Terina y su Pampa
No volvió a ser el mismo. Según me contó fueron años de
corredores de la muerte que ocultaban un eterno corredor de la muerte, uno de
la peor forma de morir, donde lo festivo pisoteaba salvajemente lo festivo que
dura una vida. La cuestión es que mientras transitaba esos pasillos iguales en
uno de los pueblos de la Pampa tuvo sexo, según precisó, con una chica blanca y
otra de rasgos aindiados. Entendió que esa acción- de la cual fue puro instrumento,
dada la falta de consciencia de su envidiable condición de preso político por
ser dueño de un caballo sin ataduras, según agregó- partía de un lugareño de
América hacia otro, con sus correspondientes ajustes de cuentas. Y dónde hay
violaciones, hay tortura eléctrica sentenció. Cómo sujeto blanco occidental,
arrastrando la condenada cruz de ser uno más de las metrópolis europeas, en ese
tipo de lugares, se negó a la posibilidad de volver al papel normal con una
sonrisa y partió hacia Lisboa.
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