viernes, 21 de agosto de 2020

 



La pintura

 



Rompe el silencio en su altivo andar la que es sin saber Novia del Plata. Una ciudad entera siempre, pero siempre la acompaña con dulzura distante, con una real cortesía a su portal. En un café la suelo ver pasar mientras fumo tranquilo un cigarro rubio. Ella no me conoce. Fueron un puñado de tardes hace años, cuando uno no reparaba en cuestiones como la perpetuidad de la insistencia de una forma, no maquinada por lo obsesivo, no moldeada por el arte de la inasible herramienta que son los pasillos, no forjada por los necesarios recortes del olvido. Uno encuentra belleza en todos lados si se lo propone, su unicidad es un canto a los ojos que la ven. Igual, como en un marco que se repite, sigue siendo ella. Las pinturas no son fragmentos inconexos, dispersados y mezclados por los intentos vanos del azar. Esperan como quietas ser vistas en el anonimato de su universalidad. Son bellezas plasmadas por la fuerte e inquebrantable verdad: el amor es igual, una lengua común en todas las luces de la Gran ciudad.


La pintura es como la fotografía: creadora de la eternidad.

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