Los espejos
Las palabras que enaltecen a las estatuas son las mimas que arrojan sombra sobre la estela que dejan esas iguales naves, fugaces y castigadas maderas por gracia del decoro ajeno, sin color- los fines de la arquitectura del tiempo que se derrumban con tu presencia-, yacen insepultas en tus manos. La labor de los espejos es un compuesto, una maquinación del tiempo y del espacio La rumba, el violín y la armonía que no cae: las guitarras puras en la sonrisa de una niña.
Vendrás desnuda, limpia de todo, novia de los vientos.
Con la muerte y el renacer de los espejos…
Frente a mí se deshace un laberinto de tinta, parte del oscuro mar
hostil que llamamos tiempo, su tiranía se deshace en lo claro del paisaje, un verso
endulza el amor en las guitarras siempre ciertas que habitan las sonrisas de las niñas. Allí donde empieza y termina el grabado de tus labios, con sus
abismos invertidos, copia fiel del reflejo que Imita la profunda intimidad vertiginosa
de tu otra mirada/ Que espera ser, eternizarse en la firmeza de tres simples
palabras ya abrazadas. Allí en la perdición del remanso, donde descansa ya hundida la
arquitectura de sueños desterrados, arrancados de tus besos y mis manos, que
como golondrinas en desiertas tierras - falta una mujer entre tanta gente-, trabajan primaveras a tu espera.
Cinco minutos de tu boca
Al final de los caminos
Cuando cae el antifaz
Donde mueren las palabras.
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