De amor y de
amar a Magdalena
Faltaba
terminar con la distancia de sus ojos. Crear la misma dimensión en ella, donde
la unicidad absoluta de la forma de su mirada adquiera igual valor que la del
amante que la adoró en silencio. Es fácil dominar las pasiones, los sentimientos-
pensó- pero evitar la posibilidad de
torcer los caprichos del azar para dotarlo de paso decidido hacia lo eterno sin
ataduras es perder algo valioso. La igualdad universal de las columnas
centrales que sostienen el orbe le facilitó el trabajo: la sentida profundidad
de lo firme (temporal o parte inmortal del alma de darse una simple palabra)
está hecha de lo comúnmente preciado sumándole una pizca de uno. Entendió así
la necesidad regalarle el más cuidado de los espejos.
Una carta en
una botella /un poco de silencio/ un mar de agua dulce /El corazón de Magdalena.
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